segunda-feira, 8 de dezembro de 2008

Jogar Pro Alto

Cresci numa cidade pequena
E quando a chuva caia
Eu ficava na minha janela
Sonhando com o que poderia ser
E se eu terminasse feliz
Eu rezaria.

Tentando ao máximo alcançar
Mas quando eu tentava falar,
Sentia como se ninguém pudesse me ouvir
Queria fazer parte daqui
Mas algo parecia tão errado aqui
Então eu rezava
E fugiria.

Eu abrirei minhas asas e eu aprenderei como voar.
Eu farei qualquer coisa para tocar o céu,
Faça um desejo, aproveite a chance,
Faça uma mudança, e jogue tudo pro alto.
Fora da escuridão em direção ao sol.
Mas eu não esquecerei todos os que eu amo.
Vou correr o risco, ter uma chance,
Fazer uma mudança, e fugir.

Quero sentir a brisa quente
Dormir debaixo de uma palmeira
Sentir o agito do oceano
Embarcar num trem veloz
Viajar num avião a jato
Para bem longe
E me libertar

Eu abrirei minhas asas e eu aprenderei como voar
Eu farei qualquer coisa para tocar o céu
Faça um desejo, aproveite a chance,
Faça uma mudança, e jogue tudo pro alto.
Fora da escuridão em direção ao sol.
Mas eu não esquecerei todos os que eu amo.
Tenho que correr o risco, ter uma chance,
Fazer uma mudança, e fugir.

Prédios com centenas de andares
Rodando em portas giratórias.
Talvez eu não sei onde elas me levarão mas
Tenho que continuar, continuar
Voar para longe,
Fugir...

Eu abrirei minhas asas e aprenderei a voar,
Apesar de não ser fácil para dizer adeus a vocês
Tenho que me arriscar, aproveitar uma chance,
Fazer uma escolha e jogar tudo pro alto.
Fora da escuridão em direção ao sol.
Mas não esquecerei o lugar de onde eu vim.
Me arriscarei, aproveitarei uma chance,
Farei uma escolha e jogarei tudo pro alto.

terça-feira, 18 de novembro de 2008

...

“Ninguém ama outra pessoa pelas qualidades q ela tem..O amor não é chegado em fazer contas, não obedece à razão..O verdadeiro amor acontece por empatia, por magnetismo, por conjunção estelar..Ama-se pelo cheiro, pelo mistério, pela paz q o outro lhe dá, ou pelo tormento q provoca..Ama-se pelo tom de voz, pela maneira q os olhos piscam, pela fragilidade q se revela quando menos se espera...Qdo a mão dele toca na sua nuca, vc derrete feito manteiga..Por que vc ama este cara? Não pergunte p/ mim, vc é inteligente..Lê livros, revistas, jornais..É bonita e está sempre disposta..Seu cabelo nasceu para ser sacudido num comercial de xampu e seu corpo tem todas as curvas no lugar..Vc tem bom humor, não pega no pé de ninguém e adora sexo. Com um currículo desse, criatura, pq está s/ um amor ? Ah, o amor, essa raposa...Ama-se justamente pelo q o Amor tem de indefinível..E ninguém consegue ser do jeito q vc idealizou. Todos temos defeitos. O amor da sua vida é do jeito q é! Pense nisso!”(Arnaldo Jabor)

domingo, 2 de novembro de 2008

...

Tento seguir minha vida, novos caminhos, novos gostos, novas paixões, mas nada cala esse amor que grita no meu peito, meu ultimo pensamento ao deitar é sempre dele, meu maior desejo é ele...mas já se foi, eu o deixei passar.

Hace tiempo que el destino
Separó nuestros caminos.
Hace tiempo que mi olvido se marchó contigo.
Lejos de haberlo vencido,
Hoy me rindo a lo que fuimos,
Hoy me rindo a seguir preso de ese amor perdido.
Donde sea que hoy estés,
Quiza quieras saber que nunca entregué el ayer.
Tus besos, tu y yo, que nos amomas sin temos,
Que no pedimos nada y todo lo tuvimos,
Dime si hubo algún motivo para darlo todo por perdido.
Un recuerdo sin espera,
Las cenizas de una hoguera,
En el hueco de tu ausencia es todo cuando queda.
En el alma a la deriva,
Miro tu fotografia,
Ya no espero tu regreso al alba de mis dias.
Donde sea que hoy estés...
Tu y yo...

sábado, 25 de outubro de 2008

...

Vivemos esperando dias melhores. Dias de paz, dias a mais, dias que não deixaremos para trás. Vivemos esperando o dia em que
seremos melhores. Melhores no amor, melhores na dor, melhores em tudo.

terça-feira, 30 de setembro de 2008

Pensando no Mario

"S A U D A D E S"

Guardo
nas minhas mãos
o súbito calor das tuas,

A magia
desse olhar
perdido no meu!

O cálice
da tua boca
bebendo na minha,

o cristal
das tuas palavras
no Céu do meu sonhar,

Guardo,
ciosamente
Meu Amor,
cada momento
feito de tudos
e de nadas
de risos e de espanto

Bebo
a espuma da saudade
e o pranto

Todos os dias
de te lembrar...

Todos os dias!

terça-feira, 23 de setembro de 2008

:-(

Coração triste, amargurado, ahhhhhhhhhhhhhhhhh não é fácil, aquela voz, que saudade, que amor, que tudo, e que dor, dor da ausência, da falta, contive minha emoção como nunca, pq minha vontade era falar tantas coisas, gritar que eu o amo,desculpar-me pelas escolhas e pelas falhas,contar da minha vida, dizer que descobri Borges e estou fascinada por ele, mesmo tendo que ler 4 vezes uma mesma página para compreender,dizer que todas as noites meu último pensamento é dele, contar tambem que tenho uma linda panela cor-de-rosa, dizer que ouço Pedro Navaja pra lembrar dele cantando,fazendo biquinho e mexendo os ombros...saudades demais. Amo e amo.

quinta-feira, 18 de setembro de 2008

quarta-feira, 17 de setembro de 2008

El sur

[Cuento. Texto completo]
Jorge Luis Borges

El hombre que desembarcó en Buenos Aires en 1871 se llamaba Johannes Dahlmann y era pastor de la Iglesia evangélica; en 1939, uno de sus nietos, Juan Dahlmann, era secretario de una biblioteca municipal en la calle Córdoba y se sentía hondamente argentino. Su abuelo materno había sido aquel Francisco Flores, del 2 de infantería de línea, que murió en la frontera de Buenos Aires, lanceado por indios de Catriel: en la discordia de sus dos linajes, Juan Dahlmann (tal vez a impulso de la sangre germánica) eligió el de ese antepasado romántico, o de muerte romántica. Un estuche con el daguerrotipo de un hombre inexpresivo y barbado, una vieja espada, la dicha y el coraje de ciertas músicas, el hábito de estrofas del Martín Fierro, los años, el desgano y la soledad, fomentaron ese criollismo algo voluntario, pero nunca ostentoso. A costa de algunas privaciones, Dahlmann había logrado salvar el casco de una estancia en el Sur, que fue de los Flores: una de las costumbres de su memoria era la imagen de los eucaliptos balsámicos y de la larga casa rosada que alguna vez fue carmesí. Las tareas y acaso la indolencia lo retenían en la ciudad. Verano tras verano se contentaba con la idea abstracta de posesión y con la certidumbre de que su casa estaba esperándolo, en un sitio preciso de la llanura. En los últimos días de febrero de 1939, algo le aconteció.

Ciego a las culpas, el destino puede ser despiadado con las mínimas distracciones. Dahlmann había conseguido, esa tarde, un ejemplar descabalado de Las Mil y Una Noches de Weil; ávido de examinar ese hallazgo, no esperó que bajara el ascensor y subió con apuro las escaleras; algo en la oscuridad le rozó la frente, ¿un murciélago, un pájaro? En la cara de la mujer que le abrió la puerta vio grabado el horror, y la mano que se pasó por la frente salió roja de sangre. La arista de un batiente recién pintado que alguien se olvidó de cerrar le habría hecho esa herida. Dahlmann logró dormir, pero a la madrugada estaba despierto y desde aquella hora el sabor de todas las cosas fue atroz. La fiebre lo gastó y las ilustraciones de Las Mil y Una Noches sirvieron para decorar pasadillas. Amigos y parientes lo visitaban y con exagerada sonrisa le repetían que lo hallaban muy bien. Dahlmann los oía con una especie de débil estupor y le maravillaba que no supieran que estaba en el infierno. Ocho días pasaron, como ocho siglos. Una tarde, el médico habitual se presentó con un médico nuevo y lo condujeron a un sanatorio de la calle Ecuador, porque era indispensable sacarle una radiografía. Dahlmann, en el coche de plaza que los llevó, pensó que en una habitación que no fuera la suya podría, al fin, dormir. Se sintió feliz y conversador; en cuanto llegó, lo desvistieron; le raparon la cabeza, lo sujetaron con metales a una camilla, lo iluminaron hasta la ceguera y el vértigo, lo auscultaron y un hombre enmascarado le clavó una aguja en el brazo. Se despertó con náuseas, vendado, en una celda que tenía algo de pozo y, en los días y noches que siguieron a la operación pudo entender que apenas había estado, hasta entonces, en un arrabal del infierno. El hielo no dejaba en su boca el menor rastro de frescura. En esos días, Dahlmann minuciosamente se odió; odió su identidad, sus necesidades corporales, su humillación, la barba que le erizaba la cara. Sufrió con estoicismo las curaciones, que eran muy dolorosas, pero cuando el cirujano le dijo que había estado a punto de morir de una septicemia, Dahlmann se echó a llorar, condolido de su destino. Las miserias físicas y la incesante previsión de las malas noches no le habían dejado pensar en algo tan abstracto como la muerte. Otro día, el cirujano le dijo que estaba reponiéndose y que, muy pronto, podría ir a convalecer a la estancia. Increíblemente, el día prometido llegó.

A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos; Dahlmann había llegado al sanatorio en un coche de plaza y ahora un coche de plaza lo llevaba a Constitución. La primera frescura del otoño, después de la opresión del verano, era como un símbolo natural de su destino rescatado de la muerte y la fiebre. La ciudad, a las siete de la mañana, no había perdido ese aire de casa vieja que le infunde la noche; las calles eran como largos zaguanes, las plazas como patios. Dahlmann la reconocía con felicidad y con un principio de vértigo; unos segundos antes de que las registraran sus ojos, recordaba las esquinas, las carteleras, las modestas diferencias de Buenos Aires. En la luz amarilla del nuevo día, todas las cosas regresaban a él.

Nadie ignora que el Sur empieza del otro lado de Rivadavia. Dahlmann solía repetir que ello no es una convención y que quien atraviesa esa calle entra en un mundo más antiguo y más firme. Desde el coche buscaba entre la nueva edificación, la ventana de rejas, el llamador, el arco de la puerta, el zaguán, el íntimo patio.

En el hall de la estación advirtió que faltaban treinta minutos. Recordó bruscamente que en un café de la calle Brasil (a pocos metros de la casa de Yrigoyen) había un enorme gato que se dejaba acariciar por la gente, como una divinidad desdeñosa. Entró. Ahí estaba el gato, dormido. Pidió una taza de café, la endulzó lentamente, la probó (ese placer le había sido vedado en la clínica) y pensó, mientras alisaba el negro pelaje, que aquel contacto era ilusorio y que estaban como separados por un cristal, porque el hombre vive en el tiempo, en la sucesión, y el mágico animal, en la actualidad, en la eternidad del instante.

A lo largo del penúltimo andén el tren esperaba. Dahlmann recorrió los vagones y dio con uno casi vacío. Acomodó en la red la valija; cuando los coches arrancaron, la abrió y sacó, tras alguna vacilación, el primer tomo de Las Mil y Una Noches. Viajar con este libro, tan vinculado a la historia de su desdicha, era una afirmación de que esa desdicha había sido anulada y un desafío alegre y secreto a las frustradas fuerzas del mal.

A los lados del tren, la ciudad se desgarraba en suburbios; esta visión y luego la de jardines y quintas demoraron el principio de la lectura. La verdad es que Dahlmann leyó poco; la montaña de piedra imán y el genio que ha jurado matar a su bienhechor eran, quién lo niega, maravillosos, pero no mucho más que la mañana y que el hecho de ser. La felicidad lo distraía de Shahrazad y de sus milagros superfluos; Dahlmann cerraba el libro y se dejaba simplemente vivir.

El almuerzo (con el caldo servido en boles de metal reluciente, como en los ya remotos veraneos de la niñez) fue otro goce tranquilo y agradecido.

Mañana me despertaré en la estancia, pensaba, y era como si a un tiempo fuera dos hombres: el que avanzaba por el día otoñal y por la geografía de la patria, y el otro, encarcelado en un sanatorio y sujeto a metódicas servidumbres. Vio casas de ladrillo sin revocar, esquinadas y largas, infinitamente mirando pasar los trenes; vio jinetes en los terrosos caminos; vio zanjas y lagunas y hacienda; vio largas nubes luminosas que parecían de mármol, y todas estas cosas eran casuales, como sueños de la llanura. También creyó reconocer árboles y sembrados que no hubiera podido nombrar, porque su directo conocimiento de la campaña era harto inferior a su conocimiento nostálgico y literario.

Alguna vez durmió y en sus sueños estaba el ímpetu del tren. Ya el blanco sol intolerable de las doce del día era el sol amarillo que precede al anochecer y no tardaría en ser rojo. También el coche era distinto; no era el que fue en Constitución, al dejar el andén: la llanura y las horas lo habían atravesado y transfigurado. Afuera la móvil sombra del vagón se alargaba hacia el horizonte. No turbaban la tierra elemental ni poblaciones ni otros signos humanos. Todo era vasto, pero al mismo tiempo era íntimo y, de alguna manera, secreto. En el campo desaforado, a veces no había otra cosa que un toro. La soledad era perfecta y tal vez hostil, y Dahlmann pudo sospechar que viajaba al pasado y no sólo al Sur. De esa conjetura fantástica lo distrajo el inspector, que al ver su boleto, le advirtió que el tren no lo dejaría en la estación de siempre sino en otra, un poco anterior y apenas conocida por Dahlmann. (El hombre añadió una explicación que Dahlmann no trató de entender ni siquiera de oír, porque el mecanismo de los hechos no le importaba).

El tren laboriosamente se detuvo, casi en medio del campo. Del otro lado de las vías quedaba la estación, que era poco más que un andén con un cobertizo. Ningún vehículo tenían, pero el jefe opinó que tal vez pudiera conseguir uno en un comercio que le indicó a unas diez, doce, cuadras.

Dahlmann aceptó la caminata como una pequeña aventura. Ya se había hundido el sol, pero un esplendor final exaltaba la viva y silenciosa llanura, antes de que la borrara la noche. Menos para no fatigarse que para hacer durar esas cosas, Dahlmann caminaba despacio, aspirando con grave felicidad el olor del trébol.

El almacén, alguna vez, había sido punzó, pero los años habían mitigado para su bien ese color violento. Algo en su pobre arquitectura le recordó un grabado en acero, acaso de una vieja edición de Pablo y Virginia. Atados al palenque había unos caballos. Dahlmam, adentro, creyó reconocer al patrón; luego comprendió que lo había engañado su parecido con uno de los empleados del sanatorio. El hombre, oído el caso, dijo que le haría atar la jardinera; para agregar otro hecho a aquel día y para llenar ese tiempo, Dahlmann resolvió comer en el almacén.

En una mesa comían y bebían ruidosamente unos muchachones, en los que Dahlmann, al principio, no se fijó. En el suelo, apoyado en el mostrador, se acurrucaba, inmóvil como una cosa, un hombre muy viejo. Los muchos años lo habían reducido y pulido como las aguas a una piedra o las generaciones de los hombres a una sentencia. Era oscuro, chico y reseco, y estaba como fuera del tiempo, en una eternidad. Dahlmann registró con satisfacción la vincha, el poncho de bayeta, el largo chiripá y la bota de potro y se dijo, rememorando inútiles discusiones con gente de los partidos del Norte o con entrerrianos, que gauchos de ésos ya no quedan más que en el Sur.

Dahlmann se acomodó junto a la ventana. La oscuridad fue quedándose con el campo, pero su olor y sus rumores aún le llegaban entre los barrotes de hierro. El patrón le trajo sardinas y después carne asada; Dahlmann las empujó con unos vasos de vino tinto. Ocioso, paladeaba el áspero sabor y dejaba errar la mirada por el local, ya un poco soñolienta. La lámpara de kerosén pendía de uno de los tirantes; los parroquianos de la otra mesa eran tres: dos parecían peones de chacra: otro, de rasgos achinados y torpes, bebía con el chambergo puesto. Dahlmann, de pronto, sintió un leve roce en la cara. Junto al vaso ordinario de vidrio turbio, sobre una de las rayas del mantel, había una bolita de miga. Eso era todo, pero alguien se la había tirado.

Los de la otra mesa parecían ajenos a él. Dalhman, perplejo, decidió que nada había ocurrido y abrió el volumen de Las Mil y Una Noches, como para tapar la realidad. Otra bolita lo alcanzó a los pocos minutos, y esta vez los peones se rieron. Dahlmann se dijo que no estaba asustado, pero que sería un disparate que él, un convaleciente, se dejara arrastrar por desconocidos a una pelea confusa. Resolvió salir; ya estaba de pie cuando el patrón se le acercó y lo exhortó con voz alarmada:

-Señor Dahlmann, no les haga caso a esos mozos, que están medio alegres.

Dahlmann no se extrañó de que el otro, ahora, lo conociera, pero sintió que estas palabras conciliadoras agravaban, de hecho, la situación. Antes, la provocación de los peones era a una cara accidental, casi a nadie; ahora iba contra él y contra su nombre y lo sabrían los vecinos. Dahlmann hizo a un lado al patrón, se enfrentó con los peones y les preguntó qué andaban buscando.

El compadrito de la cara achinada se paró, tambaleándose. A un paso de Juan Dahlmann, lo injurió a gritos, como si estuviera muy lejos. Jugaba a exagerar su borrachera y esa exageración era otra ferocidad y una burla. Entre malas palabras y obscenidades, tiró al aire un largo cuchillo, lo siguió con los ojos, lo barajó e invitó a Dahlmann a pelear. El patrón objetó con trémula voz que Dahlmann estaba desarmado. En ese punto, algo imprevisible ocurrió.

Desde un rincón el viejo gaucho estático, en el que Dahlmann vio una cifra del Sur (del Sur que era suyo), le tiró una daga desnuda que vino a caer a sus pies. Era como si el Sur hubiera resuelto que Dahlmann aceptara el duelo. Dahlmann se inclinó a recoger la daga y sintió dos cosas. La primera, que ese acto casi instintivo lo comprometía a pelear. La segunda, que el arma, en su mano torpe, no serviría para defenderlo, sino para justificar que lo mataran. Alguna vez había jugado con un puñal, como todos los hombres, pero su esgrima no pasaba de una noción de que los golpes deben ir hacia arriba y con el filo para adentro. No hubieran permitido en el sanatorio que me pasaran estas cosas, pensó.

-Vamos saliendo- dijo el otro.

Salieron, y si en Dahlmann no había esperanza, tampoco había temor. Sintió, al atravesar el umbral, que morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera sido una liberación para él, una felicidad y una fiesta, en la primera noche del sanatorio, cuando le clavaron la aguja. Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado.

Dahlmann empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá manejar, y sale a la llanura.
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Uma oração
Jorge Luis Borges

Minha boca pronunciou e pronunciará, milhares de vezes e nos dois idiomas que me são íntimos, o pai-nosso, mas só em parte o entendo. Hoje de manhã, dia primeiro de julho de 1969, quero tentar uma oração que seja pessoal, não herdada. Sei que se trata de uma tarefa que exige uma sinceridade mais que humana. É evidente, em primeiro lugar, que me está vedado pedir. Pedir que não anoiteçam meus olhos seria loucura; sei de milhares de pessoas que vêem e que não são particularmente felizes, justas ou sábias. O processo do tempo é uma trama de efeitos e causas, de sorte que pedir qualquer mercê, por ínfima que seja, é pedir que se rompa um elo dessa trama de ferro, é pedir que já se tenha rompido. Ninguém merece tal milagre. Não posso suplicar que meus erros me sejam perdoados; o perdão é um ato alheio e só eu posso salvar-me. O perdão purifica o ofendido, não o ofensor, a quem quase não afeta. A liberdade de meu arbítrio é talvez ilusória, mas posso dar ou sonhar que dou. Posso dar a coragem, que não tenho; posso dar a esperança, que não está em mim; posso ensinar a vontade de aprender o que pouco sei ou entrevejo. Quero ser lembrado menos como poeta que como amigo; que alguém repita uma cadência de Dunbar ou de Frost ou do homem que viu à meia-noite a árvore que sangra, a Cruz, e pense que pela primeira vez a ouviu de meus lábios. O restante não me importa; espero que o esquecimento não demore. Desconhecemos os desígnios do universo, mas sabemos que raciocinar com lucidez e agir com justiça é ajudar esses desígnios, que não nos serão revelados.

Quero morrer completamente; quero morrer com este companheiro, meu corpo.

O poema acima foi extraído do livro "Elogio da Sombra", Editora Globo - Porto Alegre, 2001, pág. 75 (tradução: Carlos Nejar e Alfredo Jacques; revisão da tradução: Maria Carolina de Araújo e Jorge Schwartz).

terça-feira, 16 de setembro de 2008

...

'Tropeços, equívocos, decepções. Como eu queria ser perfeita e pular esta parte chata de ser ser humano, mas estou longe, muito longe disso.
Nosso passado, nossas atitudes e decisões, dizem muito sobre nós, mas não tudo. Caímos, erramos, sofremos.. mas acima de tudo aprendemos e mudamos com cada lição que a vida nos propõe.
A única verdade que tenho para oferecer está aqui. Sou eu. Vivida, renovada. Sou eu. Louca pra esquecer meus deslizes, ansiosa pra fazer a coisa certa.
Por que o que importa é quem EU SOU AGORA!!'

εïз

O que eu fui ontem e anteontem já é memória. Escada vencida degrau por degrau, mas o que eu sou neste momento é o que conta, minhas decisões valem para agora, hoje é o meu dia, nenhum outro.

...

"¿Por qué se me ocurrió quererte?
¿Por qué tuve que conocerte?
Quisiera ser como la luz y desaparecerme...
¿Por qué el amor es incurable? ¿Por qué el dolor es indomable?
Es imposible olvidarte,
no sé por qué..."

Sempre em meu coração.



Mariposa tu y yo somos pequeños,
mengüados estan mis sueños y tus alas.
Tu, que puedes volar, no tienes sueños,
y yo, que puedo soñar, no tengo alas.

quarta-feira, 10 de setembro de 2008

...

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo : 'La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos'.
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oir la noche immensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos arboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto al amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque ésta sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo

:(

É uma tristeza que não passa. Estou fazendo o impossível para estar bem, pra sorrir, acho que até pra me enganar, mas tem dias, como hoje, que não dá, não dá.

terça-feira, 2 de setembro de 2008

O poeta e o Maestro!

Caminhos cruzados
Antonio Carlos Jobim / Newton Mendonça




Quando um coração que está cansado de sofrer

Encontra um coração também cansado de sofrer

É tempo de se pensar

Que o amor pode de repente chegar

Quando existe alguém que tem saudade de outro alguém

E esse outro alguém não entender

Deixe esse novo amor chegar

Mesmo que depois seja imprescindível chorar

Que tolo fui eu que em vão tentei raciocinar

Nas coisas do amor que ninguém pode explicar

Vem nós dois vamos tentar

Só um novo amor pode a saudade apagar
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Creio que quando Vinicius e Tom sentavam para compôr, o universo previa aquele acontecimento milhares de anos antes. Era a junção perfeita, da mais perfeita forma de música e poesia.
O mundo, a história e o universo nunca mais conhecerão dois parceiros como estes..
O amor, enquanto sentimento que um homem sente por uma mulher, pode ser visto como "antes" e "depois" de Vinicius... E juntos, eles inventaram a Bossa Nova, eles inventaram a poesia.
Bêbados e vagabundos, mas que conheciam da vida, da boêmia e do amor, o que jamais homem nenhum soube...
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I loved the email written in Portuguese. Thank you for everything.

quinta-feira, 28 de agosto de 2008

...

"O grande sentido do amor é ser gratuito. Diria mais: só é amor quando é gratuito. Por gratuito entenda-se algo que se estabelece com total verdade, desinteresse e autenticidade, independente até da vontade.
Por isso, o amor nos traz possibilidades sempre novas, um vigor peculiar antes inexistente em nós. Diferente da Paixão que é tudo isso em estado de exaltação febril, por isso passageiro. A gratuidade do amor é a sua conexão com o mistério de cada existência humana e dos desígnios impossíveis de serem alcançados por nossa inteligência. Existe porque existe. Independe de causa. É só efeito."

sábado, 16 de agosto de 2008

Saudades.

"Quero apenas cinco coisas..
Primeiro é o amor sem fim
A segunda é ver o outono
A terceira é o grave inverno
Em quarto lugar o verão
A quinta coisa são teus olhos
Não quero dormir sem teus olhos.
Não quero ser... sem que me olhes.
Abro mão da primavera para que continues me olhando."
Pablo Neruda

quinta-feira, 7 de agosto de 2008

Anjo!



Imagina que um anjo, daqueles que são unha e carne com Deus, descesse dos céus e dissesse que você é uma pessoa tão boa, tão generosa, de coração tão grande que seu espaço no Paraiso já está mais do que garantido e que uma legião de outros anjos já estavam começando a ficar preocupados em perder o lugar pra você, e que por isso você seria liberado pra praticar por uma única vez, um tremendo pecado. Qual você cometeria?
O meu é segredo...

Namastê.

"O Deus que há em mim saúda o Deus que há em você!"

quinta-feira, 31 de julho de 2008

A vida me ensinou...

A dizer adeus às pessoas que amo,
Sem tira-las do meu coração;
Sorrir às pessoas que não gostam de mim,
Para mostra-las que sou diferente do que elas pensam;
Fazer de conta que tudo está bem quando isso não é verdade,
Para que eu possa acreditar que tudo vai mudar;
Calar-me para ouvir;
Aprender com meus erros .
Afinal eu posso ser sempre melhor.
A lutar contra as injustiças;
Sorrir quando o que mais desejo é gritar todas as minhas dores para o mundo,
A ser forte quando os que amo estão com problemas;
Ser carinhoso com todos que precisam do meu carinho;
Ouvir a todos que só precisam desabafar;
Amar aos que me machucam ou querem fazer de mim depósito de suas frustrações e desafetos;
Perdoar incondicionalmente,
Pois já precisei desse perdão;
Amar incondicionalmente,
Pois também preciso desse amor;
A alegrar a quem precisa;
A pedir perdão;
A sonhar acordado;
A acordar para a realidade (sempre que fosse necessário);
A aproveitar cada instante de felicidade;
A chorar de saudade sem vergonha de demonstrar;
Me ensinou a ter olhos para "ver e ouvir estrelas", embora nem sempre consiga entendê-las;
A ver o encanto do pôr-do-sol;
A sentir a dor do adeus e do que se acaba, sempre lutando para preservar tudo o que é importante para a felicidade do meu ser;
A abrir minhas janelas para o amor;
A não temer o futuro;
Me ensinou e esta me ensinando a aproveitar o presente, como um presente que da vida recebi, e usá-lo como um diamante que eu mesma tenha que lapidar, lhe dando forma da maneira que eu